“SIN RED NI MAQUILLAJE: EL EFECTO COAHUILA EN LA PISTA NACIONAL"

Manolo Jiménez: “El mejor gobernador de Mexico”

En el gran carpa del poder, donde los reflectores a menudo ciegan más de lo que iluminan, hay actos que no son simulacro ni pirotecnia hueca. En el centro del escenario político nacional, el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas, se ha convertido en el acróbata que no solo vuela sin red, sino que aterriza de pie. Según el último ranking de México Elige —publicado el 13 de junio—, el joven mandatario ocupa el cuarto lugar nacional en aprobación ciudadana, con un sólido 65 % de respaldo. Y no es el único aplauso: Rubrum lo coloca incluso en el primer sitio, mientras Demoscopia Digital le asigna un muy respetable octavo lugar.

Manolo no brinca entre trapecios por capricho ni por carisma efímero. Lo suyo es un número bien ensayado: un "Modelo Coahuila" que combina la solidez del domador de fieras (seguridad), la fuerza del forzudo (obra pública), la destreza del malabarista (equilibrio social) y el encanto del presentador de pista (presencia en redes y medios). No improvisa. No se cae. Y lo más importante: no se desentiende del público.

Lejos de ser solo un acto de luces y cámaras, su gobierno es un engranaje funcional donde el espectáculo no sustituye a los resultados. Porque en el circo político nacional, mientras algunos gobernadores apenas dominan el acto de los payasos, en Coahuila el show camina con libreto, estructura y control de riesgos. Manolo no hace política de holograma: hace política de contacto. El efecto Coahuila existe. Y se siente.

La NBA se sube a la pista coahuilense

Y en otro acto de altura, llegó Harrison Barnes, estrella de los San Antonio Spurs de la NBA, para participar en la inauguración de la Plaza Mirasierra Spurs en Saltillo. Aquí el alcalde Javier Díaz y el gobernador Jiménez oficiaron como maestros de ceremonia en una jugada que une músculo político, visión comunitaria y cooperación internacional. Fue más que una cancha: fue un pase de tres puntos en imagen, deporte e inversión social.

3.5 millones de pesos y 60 mil dólares donados por la fundación del jugador y su esposa, Brittany, no solo dotaron de infraestructura a una colonia popular; revitalizaron el discurso de que sí se puede gobernar con alianzas útiles. Javier Díaz, lejos de la palabrería, dio una muestra de que un alcalde también puede ser equilibrista entre necesidades locales y visiones globales. Aquí no hubo circo de humo, sino aplausos auténticos.

Un lobo que aúlla en la pista de baile.

En la otra pista, menos ruidosa pero igual de significativa, Octavio Pimentel, rector de la UAdeC, se casó con Daniela Valdez. Una boda discreta, serena, sin el circo social que suelen levantar las figuras públicas. Y eso, en sí mismo, es ya un mensaje político. Porque en tiempos donde muchos buscan el reflector por encima del mérito, Octavio da lección de congruencia: madurez personal como base de estabilidad institucional.

La Universidad Autónoma de Coahuila vive un momento de orden, rumbo y disciplina. Y no es casualidad. Pimentel no grita, no confronta, no presume. Dirige con la sobriedad del domador que entiende que las fieras se controlan con inteligencia, no con látigo. Desde aquí, no solo le deseamos felicidad en lo personal, sino continuidad en esa forma de liderazgo que tanto necesita la academia: menos egos, más rumbo.

Fin del primer acto… pero el show continúa

El “Circo Político” de Coahuila no es, como en otros estados, un espectáculo de papel. Aquí, tras el telón, hay actores con oficio, estructura sin alambres flojos, y una audiencia cada vez más exigente que no aplaude cualquier voltereta.

Hoy, el gobernador se sostiene entre los mejores, el alcalde anota puntos y el rector da cátedra de sobriedad. La función sigue. Veremos quién mantiene el equilibrio cuando llegue la tormenta. Porque en este circo, el verdadero acto no es volar... es aterrizar bien.

Esperemos que se acabe el circo, para verle la cara a los payasos.