Circo Político: La dictadura de las redes: ¿quién controla la agenda pública?

Donde no todo es lo que parece

Estatales - Opinión03/06/2025Marco Saucedo (Chinoky)Marco Saucedo (Chinoky)
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Donde no todo es lo que parece
Por Marco A. Saucedo (Chinoky)


La dictadura de las redes: ¿quién controla la agenda pública?

En este país, ya no es el PRI, ni el PAN, ni Morena quien fija la agenda. Tampoco los medios tradicionales, por más portadas que impriman o noticieros que transmitan. Hoy, quien impone los temas, prende las alertas o marca la conversación es TikTok, Facebook y X (antes Twitter). Bienvenidos a la dictadura de las redes sociales.

Y no es una exageración. El fenómeno es claro: un video viral de 30 segundos tiene más poder que una conferencia matutina. Un hilo en X puede hundir una candidatura. Un “live” en Facebook, desde un barrio olvidado, tiene más impacto que un reportaje en horario estelar.

¿Quién manda?

Las plataformas ya no son solo medios, son entornos donde se construye (y destruye) reputación, poder, verdad y mentira. En cuestión de horas, un funcionario puede pasar de ser “servidor del pueblo” a “corrupto sinvergüenza” si no sabe contener una narrativa que se desborda.

La vieja política no lo entiende. Siguen creyendo que basta con boletines, ruedas de prensa o entrevistas a modo. Pero eso ya no importa. Lo que importa es lo que se ve, se comparte y se comenta en los celulares. Ahí está la gente. Ahí se forman opiniones. Ahí se ganan —o se pierden— elecciones.

TikTok: la fábrica de percepciones

En TikTok, las campañas políticas ya no necesitan discurso: necesitan storytelling visual. Y aunque muchos lo subestiman, es la red que más influencia tiene en votantes jóvenes. Aquí no hay filtros ideológicos. Hay ritmo, emoción, identificación. Si un candidato no logra conectar en 15 segundos, se vuelve invisible.

¿Quién marca la agenda hoy? No es Reforma ni El Universal: es un creador de contenido con un millón de seguidores, desde su cuarto. Es un ciudadano que graba un abuso policial. Es un joven que denuncia con humor la corrupción. Son los nuevos portavoces.

Facebook: el termómetro popular

Aunque algunos ya la dan por muerta, Facebook sigue siendo el corazón informativo de colonias, barrios y comunidades. Ahí circulan los videos de baches, los reclamos por falta de agua, los avisos de seguridad y las promesas incumplidas. Es el espacio donde la política municipal se pone a prueba todos los días.

Los alcaldes que no monitorean su comunidad digital están ciegos. Los que no responden a lo que ahí se denuncia, están sordos. Y los que no entienden que la gestión hoy pasa por la percepción inmediata, están condenados a durar poco.

X (antes Twitter): la arena de poder y escándalo

Aunque su alcance es menor, X sigue siendo el epicentro de la política nacional. Ahí se libran batallas entre líderes de opinión, se filtran documentos, se arman campañas negras y se generan incendios que luego alcanzan a los medios tradicionales. Aquí es donde la clase política se expone y se vigila.

Muchos aún creen que “controlar la narrativa” es posible. Se equivocan. En el mejor de los casos, se puede navegarla con inteligencia. Pero las redes ya no se controlan: se entienden, se adaptan, se usan... o se pagan las consecuencias.

¿Dónde quedó el mensaje?

Hoy, un político puede tener una estrategia perfecta de comunicación, pero si no logra “entrar” en el algoritmo, está fuera del juego. Las redes ya no solo amplifican el mensaje: lo moldean. Y peor aún, muchas veces lo tergiversan.

La dictadura digital no es un futuro distópico. Es el presente. La agenda pública ya no se decide en las redacciones ni en las oficinas de campaña: se construye en los timelines, se difunde con memes y se sentencia con un clic.

El que no lo entienda, que se retire del juego. Porque hoy, quien no domina las redes, no gobierna, no influye y no existe.

Esperemos que se acabe el circo, para verle la cara a los payasos.

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